Por Pablo Furnari
Este 26 de marzo el Mercosur cumple treinta años, y Buenos Aires será anfitriona del encuentro de los presidentes de sus integrantes fundadores: Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, más los países que son parte, pero todavía no miembros plenos como Chile y Bolivia.
“Celebro este encuentro para darle al Mercosur el impulso que está necesitando y es imperioso que Argentina y Brasil lo hagan juntos” expresó Alberto Fernández hace un par de semanas. “Hay que impulsar el Mercosur”, se repite una y otra vez desde que se creó, cada vez que algún presidente asumió y en casi todos los discursos de inicio de sesiones en el Congreso. Esto muestra dos cosas: la primera que hay buenas intenciones; la segunda que queda solo en buenas intenciones.
Sometido a las idas y vueltas de los mandatarios de turno, en los últimos tiempos hubo amagues de portazos, en especial del actual gobierno argentino. Hoy es un bloque que se percibe fuera de época: no logró amalgamar las necesidades actuales y los tiempos del comercio internacional.
¿Qué sabemos del Mercosur y qué beneficios nos trae día a día? Si tomamos al ciudadano común, su respuesta puede ir desde “no tengo idea” a “no se necesita pasaporte para cruzar la frontera”, y no mucho más. Si le preguntamos al empresario, dependerá del sector: “no hay gravámenes”. Una respuesta positiva más elaborada sería todo un hallazgo.
La incorporación de Venezuela en 2006 se dio violentando las normas básicas del bloque. El propio ex presidente uruguayo Mujica dijo: “lo político está por encima de lo jurídico”. Esta incorporación y el diferendo entre Uruguay y Argentina por las plantas de celulosa fueron una muestra de que la política importa más que el beneficio de los pueblos. Y también se demuestra claramente cuando se analizan las agendas interna y externa del bloque.
En plena pandemia, ante esta situación crítica con necesidades de vacunas en todos los países, se ve más que nunca la falta de interés común por sus pueblos: el Mercosur y sus autoridades sanitarias nada han hecho para coordinar un frente común de solución.
Ídem en el ámbito internacional. No tenemos un acuerdo comercial con ningún centro de consumo relevante como China o India. El acuerdo con la UE (Unión Europea) es lo más importante que le pasó al Mercosur desde su nacimiento, pero quedó licuado entre su anuncio en el gobierno de Macri y las posteriores declaraciones de Fernández. Habrá que ver si entra en vigencia.
Compartir fronteras es algo más que encontrar soluciones a problemas comunes. También significa aprovechar las oportunidades, los estilos de vida y las prácticas culturales comunes. Crear comunidades fuertes y tender puentes. Garantizar que los ciudadanos tengan un mejor acceso a la educación, la sanidad o el empleo. Mejorar la conectividad y la accesibilidad a través de las fronteras, a la vez que mantener nuestra seguridad y la naturaleza. ¿Todo esto sucede en nuestros países?
Deberíamos tener mucho más de lo que efectivamente se hace. El Mercosur se creó en cierta forma a imagen y semejanza de la UE, pero el Tratado de Roma que fundó ésta última es de 1957 y el de Asunción, de 1991. Sin embargo, trazando un paralelismo con la UE a sus 30 años y nuestro bloque hoy, estamos a un siglo de distancia. Fines de los 80, principios de los 90: la por entonces Comunidad Económica Europea, pos caída del Muro de Berlín, empezaba a hablar de otras cosas: estado de la Unión, Banco Central Europeo, moneda única, protección ambiental, sumar más países.
El Mercosur es por el momento una zona de libre comercio bastante precaria.
Cuando existieron coincidencias ideológicas se creyó que estaba avanzando, pero fue solo una ilusión. Sin embargo, siempre se está a tiempo. Todos los procesos de integración del estilo están con problemas de fondo y la pandemia también lo demostró. El Mercosur todavía puede convertirse en una política de Estado tomada en serio por cada gobierno de turno, y dejar de ser un lugar de disputa de poder.
*Codirector del Programa en Dirección de Exportaciones, IAE Business School.
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